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Entrevista a Joaquín Moeckel. Berta González de Vega. El Mundo.


Así empezamos: « Soy un simple abogado. De todos los toreros, pero también de un conductor de autobuses. Fui un niño que se colaba en la plaza y ahora soy el abogado de La Maestranza. Estoy en el turno de oficio y, ahora, me pido voluntario defender a los denunciados por maltrato».

Pregunta.– ¿Y qué se está encontrando?

Respuesta.– Pues que de 14 casos que he llevado, los 14 están en la calle y sin orden de alejamiento.

P.– ¿Por qué no se denuncian las acusaciones falsas?

R.– Porque no prosperan, porque en el caso de las absoluciones lo que dice el Obervatorio de la Violencia de Género es que la mujer no ha podido comprobar la culpabilidad del hombre. La Fiscalía no quiere que prosperen esas denuncias porque en el Gobierno hay un partido, el PSOE, que es muy favorable a la ley de Violencia de Género, que incumple el principio de igualdad, porque no es lo mismo que pegue una bofetada un hombre o una mujer, que acaba con la presunción de inocencia porque, si mi mujer me denuncia ahora, yo puedo salir esposado de este despacho, escoltado por la policía, directo al calabozo, sin más prueba que su palabra y que es perversa porque hay casos de parejas que fingen maltrato para que ella pueda recibir una paga. Y nació de una idea loable. Pero, cuando hablen del número de denuncias, que digan cuántas se archivan y cuántas acaban en la absolución del hombre. Además, se ha convertido en un negocio de chupópteros de cargos, de asociaciones subvencionadas…y nadie habla del número de hombres que se suicidan en los procesos de divorcios. ¿No hay hombres maltratados? ¿No hay hombres a los que sus mujeres les insultan? Pero ellos sí que no denuncian por vergüenza. En el caso de mi cliente, el padre del niño que salió en la procesión por autorización del juez Serrano. Si ahora falla el tribunal que no es culpable de maltrato, ¿por qué el divorcio tiene que seguir viéndose en un juzgado de violencia de género?

P.– Hablando de ese caso, ¿es usted amigo del juez Serrano?

R.– Yo al juez Serrano le conozco, como a muchos jueces. ¿Amigo? No. No he salido a cenar con él, no sé cómo se llaman sus hijos, no hemos ido juntos de vacaciones. Sí le admiro. Es un hombre que, cuando se convierte en defensor de la mujer maltratada, es un síntoma de progresíaestarasulado,pero,cuandoempieza a criticar la Ley de Violencia de Género, ya es enemigo del régimen. El feminismo es un machismo de signo contrario.

P. – La funcionaria ha declarado que usted le dijo que el juez competente era Serrano…

R.– ¿Pero quién soy yo para decirle a una funcionaria lo que tiene que hacer? ¿Le digo yo a usted a quién debe entrevistar? A ver si hay que expedientar a la funcionaria por aceptar órdenes de un abogado. La madre también se ha quejado de que el juez no la escuchó, pero es que tampoco lo hizo con el padre. El juez escuchó al menor, que comparece consuabuelo.Y hace caso al juzgado que lleva el divorcio de sus padres que dice que prima siempre el interés del menor. También ha dicho la madre que el niño al día siguiente estaba aterrorizado y que tuvo que pedir ayuda al 061 para calmarle. ¿Quién habla? ¿La misma señora que había pedido que fuera a testificar el menor y que después se ha arrepentido? ¿Ella habla de dolor? También debo de ser amigo del fiscal, que hoy [por el miércoles] acaba de retirar la acusación.

P.– ¿Cómo empieza su atracción fatal con la SGAE?

R.– En 1999, viene a mí el propietario del bar El Aviador y me dice que la SGAE le reclama dinero porque un supuesto detective, que resultó no serlo, dice que ponía en el local mú- sica protegida por derecho de autor y que hay que pagar. Lo que aporta como prueba es el ticket de haber consumido allí una bebida y las canciones apuntadas que, en ese momento, se escuchaban. Yo lo que dije es que eso demostraba que mientras él estuvo allí, así fue, pero ¿cómo deducir de eso lo que había puesto antes o lo que iba a poner? Que sea la SGAE la que demuestre que música pongo. Y se vio que la música que ponía era de creative commons ode copyleft , que no tiene derechos. Aquello tuvo cierta repercusión nacional y entonces empezaron a llamarme para casos parecidos. Como el de una boda en el que se habían colado los inspectores de la SGAE y le reclamaban al local el pago de derechos de autor. Yo argumenté que no era tolerable que, para demostrar un delito, se vulneraran derechos fundamentales, como el de la intimidad. Es como si se dejara entrar a un detective hasta la habitación de un hotel para pillar a una pareja infraganti. El tercero es el del canon digital y tengo el justificante de la transferencia del 1,12 enmarcado, como oro en paño. Después de aquello ya vino la sentencia europea contra el canon digital. Yo, desde aquí, pido a las administraciones que reclamen la devolución del canon que pagaron al adquirir miles y miles de CD que han estado utilizando en los procesos judiciales, por ejemplo. Sería una manera de conseguir dinero para que los agentes judiciales puedan a volver a coger taxis. Los recursos públicos son finitos. Cuando me presenté en el juzgado, advertí: «Sé que vengo a un juzgado atascado a reclamar 1,12 euros, pero es que estamos juzgando la figura del canon digital». Yo pensé que me iba a decir que era un carajote. Pero tengo que creer en la Justicia. Creo.

P. – ¿Por qué sigue funcionando tan lenta la Justicia? ¿No se dan cuenta los políticos que ese puede ser un aspecto que haga poco atractivo invertir en este país?

R.– Los políticos jamás tendrán interés en que funcione mejor porque, si es más rápida, a ellos también les afectaría. Y la banca tampoco quiere por los intereses que va generando el dinero pendiente de los pleitos.

P. – Hablando de políticos y de Justicia. ¿No se equivoca el PP, por ejemplo, llevando a los tribunales el caso de la subvención a la empresa de la hija de Chaves, cuando podía ser reprochable simplemente desde el punto de vista ético?

R.– En Alemania, ha dimitido un ministro de una carrera política brillante por haber descubierto que plagió en la tesis doctoral que para nada tenía que ver con sus tareas de Gobierno. Aquí hay ministros que firman subvenciones a sus hijos y no pasa nada, aunque los políticos deberían ser el espejo de conducta en el que se mirara la sociedad.

P.– Pero es que esos políticos salen de una sociedad que tolera la corrupción y la practica en muchos casos...

R.– Pero no es lo mismo que sea un chorizo Joaquín Moeckel que el alcalde de Sevilla, por ejemplo. Tampoco se podría presidir una hermandad y frecuentar los burdeles. La política es un espejo que debería servir de ejemplo moral a la sociedad. El que se sube a los púlpitos tiene que ser cuidadoso.

P.– Usted es el abogado de los primeros empresarios, de La Raza, que denunciaron pagar a Mercasevilla. De ese caso, siempre asquea la normalidad aparante de cosas así...

R.– Sí hay gente que convive con la corrupción. En el Ayuntamiento de Sevilla, dos concejales del PA fueron los que descubren la trama de las facturas falsas, y los cesan.

P.– Nunca le ha tentado la política...

R.– No me interesa para nada y sí que me han tentado con ella. Creo en la sociedad civil y soy un exponente importante, aunque, como dice Antonio Burgos, que en Sevilla la sociedad civil sea unipersonal y se llame Joaquín Moeckel.

P.– ¿Por qué?

R.– Porque es una sociedad indolente, que no ve más allá del kárate y del inglés de los niños. Es cobarde. Y no se puede tener miedo, me gusta la canción de Rosana: «Sin miedo, sientes que la suerte está contigo». El único respeto que tengo es no hacer daño a nadie. Me gusta expresarme en libertad pero sí que hubo una vez que estaba un poco peor de ánimo y una de mis hijas me dijo: «No lo dejes, papá. El día que dejes de hablar así, habrán ganado ellos».

P.– ¿Qué le parece la juez Alaya?

R.– Quiero muchas como ella. Es la que hizo vulnerable en esta ciudad a Lopera. Antes yo había hecho vulnerable al arzobispo Amigo y también a Teddy Bautista.

Nota: Publicado el pasado domingo 9 de octubre de 2011.










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