Arte Sacro
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Provincia. Glorias de verano: La Virgen de Setefilla de Lora del Río


 Arte Sacro. La devoción a Nuestra Señora de la Encarnación, venerada en la que fue Iglesia Prioral de Nuestra Señora Santa María de Setefilla, tiene sus orígenes en la Edad Media, a raíz de la labor colonizadora, llevada a cabo por la Orden de San Juan del Hospital de Jerusalén, en la región que los castellanos llamaron Septefilas o Sietefilas, donada por el rey Fernando III al Priorato castellano-leonés de dicha Orden poco antes de "mediar el siglo XIII.

Lo decisivo para la historia de Setefilla, es que la Orden de San Juan dedicara su templo prioral a Nuestra Señora de la Encarnación y que para presidirlo se hiciera esculpir a principios del siglo XIV una imagen de madera labrada, de 71 cm. de altura. La Virgen, Mater Admirabilis, era algo hierática, estaba sentada sobre una especie de castillete y  mientras sostiene al Niño con sus manos, sonríe enigmáticamente mirando a los fieles.

 Ambas imágenes eran de finos rasgos góticos y la de la Virgen llevaba el manto pintado de azul con estrellas y el vestido rojo con destellos dorados. Sus cabellos fueron dorados y calzaba unos zapatos negros de forma puntiaguda.

Nuestra Señora de la Encarnación se colocó sobre una peana de madera de diecinueve centímetros de altura, en cuyos laterales se hallaban fijas dos asas de hierro para su traslado en procesión.

Con el paso de los siglos Nuestra Señora de la Encarnación ha sufrido cambios de nombre, será vestida siguiendo la moda de la época aunque para ello le arrebatarán al niño que sostiene, y será destruida en los sucesos de 1939 para volver años después y ser coronada canónicamente en 1987.

Digno de destacar en la bonita historia de esta imagen fue la manera de nombrarla. Los setefillanos llamaban a su Patrona, Nuestra Señora de la Encarnación, por estar dedicada a este misterio la iglesia prioral, sin embargo, los loreños empezaron a referirse a ella con el nombre del lugar en que era venerada, es decir Setefilla, sin pretender crear con ello una nueva advocación mariana.

Así, los primeros loreños que acogieron a los emigrantes setefillanos si sabían perfectamente que Nuestra Señora de la Encarnación y la Virgen de Setefilla eran la misma imagen, pero sus herederos se olvidaron que Setefilla era el nombre de un pueblecito abandonado de la sierra y se lo consideró propio de la Virgen.

Por tanto, a partir de este instante, Nuestra Señora de la Encarnación pasaría a ser Nuestra Señora de Setefilla.

Fotos: Manuel Pinto Montero










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