Arte Sacro
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A través del antifaz. Puerta de los Palos. Alberto De Faria Serrano


 Repican doce salvas al cielo azul. La veleta de la torre vigía ha tomado ya el norte de la muy mariana ante la ajena autocomplacencia de los ojos y los objetivos de los turistas. Los coches de equinos se los disputan como los niños al nazareno que va crepitar su pabilo. Ya llegará el tiempo de las bolas de cera. El frescor de la fuente es el Jordán morado que hoy nos anuncia la inminencia del fin de la espera. En su lámina tibia no se refleja sólo la Turris Fortísima que jalona nuestras estaciones de penitencia. Es la pantalla por la que pasa la película en color de nuestras vidas. Es la Fontana de Serva la Bari a la que arrojamos la moneda de nuestro destino. Es nuestra aguita remansada de la cuaresma recogida del arsenal de versos inspirados allá por La Cava. ¿Se puede sentir uno más feliz aquí sentado?

Es el centro neurálgico de una urbe sometida a la posmodernidad del neón , las psicodélicas estufas de gas, centenares de veladores que han reciclado a ingenieros, médicos, químicos y abogados y entregada a la oligarquía del dinero y la alfombra artificial de las apariencias, entre las que pierde brillo la cera precipitada. Aquí suena Corpus Christi como se desprende el aroma de la juncia y el romero. Como a dulce nardo y frugal incienso de una mañana fresquita del estío mientras gira sobre sí misma la tumbilla de nuestro fervor. Como el himno triunfal de una eterna y anual Coronación. El teatro de nuestras vanidades que dirían los agnósticos. El escenario de nuestras tradiciones.

Adoran los Magos al Redentor en el dintel de Mercadante, y por allí le erigimos en lo más alto de nuestro altar intimo. La verja es la frontera entre la penitencia y la pervivencia. Bajo las bóvedas celestiales todo fluye hacia dentro de nosotros. La película de la fontana se nos reproduce en sepia en el dvd de nuestro disco duro externo. Somos más que nunca nazarenos. Con el antifaz debidamente puesto. Llegamos a la Estación Termini y solos estamos ante Él. Como para esconderse. Pero ¿cómo andan de puntillas y sobre los pies nuestros pasos?¿Cómo se mecen nuestros Palios entre la Adoración y la verja hasta que suene la marcha nacional, como si quisieran suspenderse en el tiempo y atraparlo? eso querido amigo nazareno, eso no sé cómo describirlo. Ni con el antifaz puesto. Ni quiero. Eso hay que verlo y disfrutarlo.

A veinte siestas para que nos desperezcan las musas bajo la torre vigía del paraíso.

Foto: Mariano Ruesga Osuna.










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