Arte Sacro
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El faro del barrio. Alberto Espinosa García


Los que hemos nacido en torno a las fronteras de un barrio conservamos en nuestra piel el eco sordo de los recuerdos y el grito ahogado de nuestros olvidos, conformando a día de hoy lo que fuimos, lo que somos y lo que nos queda aún por ser.  

Solemos echar la vista atrás cuando el horizonte nos atraviesa las dudas y dibujamos con la tinta taciturna de las nostalgias el olor a puchero de la vecina de la esquina, la mirada tierna del que se fue para siempre andar regresando, la algarabía de una nueva cicatriz en la costilla de la calle de al lado…

Un barrio lo conforman los delantales de las abuelas, las ausencias sin consuelo, la ropa tendía a medio sol; el repique de campana de la Iglesia, los juegos en la plazoleta, los bocadillos a medias en cualquier casa puerta; el primer amor de pandilla, la primera amanecida, el primer beso robado a la luna…

Un barrio es el rincón por donde nuestra mirada sonríe al verse descalza entre moratones, cardenales y arrugas.

Un barrio es la caja de pandora donde los dientes perdieron sus dobladillos de leche.

El barrio del Cerro del Águila dejó sus confines enterrados en la historia cuando sus cerreños encalaron la parroquia del barrio con el nombre de Dolores… inicio, nudo y desenlace de todos los sueños conjugados a media tarde.

Si alguien en el barrio se resfría, Dolores se resfría…

Si alguien en el barrio llora, Dolores llora…

Y si alguien en el barrio la nombra, Dolores se arremanga las enaguas, echa la llave al portón de su casa y zozobra tempestades… porque de tempestades, portones y zozobras Dolores sabe más que nadie.

Porque en sus lágrimas despeñadas por su rostro lleva hilvanado el nombre de todos lo que la quisieron a boca llena.

Porque en su cintura quebrantada se duermen los rezos con sabor a alpargata que desde hace años la llevan a Sevilla para que Sevilla se duerma con el racheo quebrado de su cintura. 

Porque en sus suspiros entrecortados las pupilas enjuagan verdades como sombras de promesas.

El barrio, la hermandad, la parroquia… todo gira en torno a Ella, ese faro vigía que habita en las entrañas de los dejan volar su imaginación en torno al silencio inacabado de la pena que desmantela al barrio, a la hermandad y a la parroquia en dos.

La suerte es que Ella -con solo callar-, habla en boca de todos para que todos guarden silencio y mastiquen la suerte que supone tenerla cerquita.

A veces pienso que Dios tiene formas muy sutiles de desabrocharse el alma, por eso…

En tus manos se sosiegan

los rezos de tus vecinos

lágrimas y desatinos

verdades que se despliegan

como llamas que navegan

por el mar de los temores

y al nombrarte, entre sudores

amparas todas sus penas

sepultando las cadenas

bajo el nombre de Dolores.

 

Fotos: Fco Javier Montiel










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