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La fauna ibérica de las convivencias...


 Francisco Santiago. Hay un hecho tangible que toma relevancia y furor a la hora de la asistencia de público a un acto, como es que tras el mismo haya una “conbebencia”. Igualmente en las mismas (vamos a llamarlas ya por su verdadero nombre, convivencias), también existe una fauna que revolotea por las mismas en plan ave de presa, aunque más que “águilas cofradieras” o “el pelícano del amor”, estamos hablando de otros alados de cabeza rapada.

Aunque esto es algo extendido por casi todas las corporaciones, creemos oportunos que hay que educar al personal y hacerles ver que una convivencia no tiene nada que ver con los campos de refugiados y que no hay que lanzarse hacia las bandejas que se van aproximando, sino esperar a que las mismas lleguen a nosotros.

La última experiencia fue la vivida en domingo 2 de julio, donde un ágape (previo pago) se convirtió en los momentos iniciales en un episodio de “Nacional Geographic”, más que en una convivencia:

Señoras septuagenarias atacando (literalmente) las bandejas a doble mano cual palas de una escavadora, camareros desbordados e irritados por muros hambrientos que no les dejaban avanzar, hermanos avergonzados del espectáculo lamentable que se estaba produciendo y, quizás lo peor, las fuerzas vivas (Iglesia y Ayuntamiento) que, en vez de solucionar el problema, hacen indicación a los camareros para que todo sea desviado a su mesa particular, aunque después se den cuenta del error y se redima la culpa.

Si la convivencia la organiza una hermandad y a los invitados no se les cobra, pues hay que achantar y adecuarse a las condiciones, aunque las señoras hagan una barrera infranqueable entre la comida y los invitados. Pero si te cobran 5 euros por mirar como las bandejas (y bandejas y más bandejas) pasan por tu lado sin que nada te llegue, eso simplemente es de vergüenza. 

La entrada al recinto fue ya todo un “poema”. Volviendo a las comparaciones me recordó a las “ovejas” cuando son conducidas para esquilarlas. Pero no todo el problema fue de la organización, vuelvo a reiterar que hay que hacer cursos de “educación” para asistentes a los ágapes confraternales, pues parece que hay algunas corporaciones que tienen miembros especializados en “desvalijar” bandejas...

Lo mismo habría que hacer como algunas instituciones y, en caso de realizar una “copita”, invitar exclusivamente al representante de mayor graduación, al que se le intuye una clase y educación.

Pero de todas formas somos nosotros mismos los que tenemos que diferencias y saber mantener el tipo ante estas situaciones, no olvidando que somos “hermanos” pero nunca “primos”.

¡Con lo fácil que es repartir equitativamente entre todos en vez de convertir una celebración en una asentamiento tercermundista!

Tomen nota.










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