Arte Sacro
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Aparece el pavimento original de Santa María de Jesús. Pablo Ferrand. ABC Sevilla.


SEVILLA. Desde hace unos meses la Gerencia Municipal de Urbanismo interviene en la capilla gótico-mudéjar de Santa María de Jesús o de Maese Rodrigo, llamada así por ser este personaje ilustre el que fundó en 1505 la antigua Universidad sevillana a la que pertenece esta delicada capilla, su único vestigio. Bajo la bóveda de crucería se cobija lo mejor de Alejo Fernández, el pintor germano que decidió quedarse en Sevilla para disfrute de sus habitantes. La capilla, declarada monumento nacional histórico-artístico en 1901, salió ilesa de los desmanes que causó la Junta Revolucionaria de 1868 y de las obras -principios del siglo XX- para el ensanche de la actual avenida de la Constitución que acabó con lo que restaba del edificio universitario.

Los azulejos de cuerda seca de esta capilla son dignos de ver, pero también su espadaña mudéjar con su refinada alternancia de ladrillos de doble tonalidad. Mudéjares son también la espadaña del convento de Santa Inés y la del Hospital de San Lázaro.

Una bomba de agua

Algo ha cambiado en el paisaje urbano de la Puerta Jerez: falta un ciprés como el que plantó Romero Murube en la plaza de las Mercedarias, y ahora sobra una palmera. La tala del ciprés -85 años tenía-, que era parte ya de la capilla, fue autorizada el pasado mes de julio por la Comisión Provincial de Patrimonio Histórico. Su eliminación ha dejado al descubierto el antiguo pavimento de barro cocido junto a la entrada del templo, que sería igual que el había dentro hasta 1963, fecha en que lo sustituyeron por mármol.

La primitiva solería hallada está, como es lógico, a un nivel inferior de esos que se inundan, y hará falta una máquina de bombeo. Y ahora sobra la palmera, como sobraba -y talaron- el ficus ornamental de la calle Temprado en la trasera de Hacienda, o ese otro ficus en zona de parques que da sombra al Costurero de la Reina y que ya han propuesto a Cultura su retirada. A la arquitectura contemporánea se la adoba con arboleda superpuesta. A la arquitectura tradicional se la despoja de la naturaleza que creció junto a ella.

La capilla ha perdido el ciprés y su sombra y pronto le faltará la palmera. En sus paramentos exteriores ya no se ve la autenticidad del ladrillo mudéjar, sino la cal que nunca le pondrán a la Torre del Oro ni a la Giralda, que también estuvo enfoscada. El tono es agradable y el almenado, con sus merlones escalonados resaltan ahora sobre una pigmentación de fondo más oscura.

La portada, antes algo soterrada, recobra ahora su altura original; la espadaña se ve más limpia y la elegante ventana gótica y su vidriera destacan entre los naranjos.

Mas información en: www.sevilla.abc.es









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