Arte Sacro
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Ad captum vulgi. Javier Ramos Sáez


 La Semana Santa de Sevilla es de alguna forma ad captum vulgi, es decir, está hecha a la medida del vulgo, o mejor dicho, del vulgar. Esta expresión no es nada nueva ya que procede de los sabios escolásticos medievales y es un comentario que alude al pueblo llano de la época.

Hay que explicar las cosas a la medida de la comprensión del vulgo; por ejemplo, la Biblia no era accesible para casi nadie y menos para el pueblo o vulgo que no sabía ni arameo, ni hebreo, ni griego, ni latín. Sólo el clero tenía acceso a la Santa Escritura y también algún que otro ducho y petulante aristócrata.

La verdad es que la Biblia era un libro casi prohibido, prohibido por temor a la rebelión de las masas, por temor a la exclusión del sentido de la colectividad, del pensar propio y diferente. En la época, la letra bíblica era seguida al pie de la letra. Los textos eran sagrados en su sentido más estricto.

Sólo el cura, que se había formado en las escuelas escoláticas, las que posteriormente serían las primeras universidades, podía descifrar ese basto y oscuro lenguaje de la Biblia. La iglesia poseía en aquel entonces la llave de las puertas del conocimiento.

La Semana Santa tiene su génesis no en las diferentes concepciones artísticas e históricas del momento o por la Contrarreforma de la Reforma Luterana sino que su origen subyace de un tema que esta en el trasfondo de todo esto y es nada menos que el hecho de que la Biblia era inaccesible al conocimiento del pueblo llano por su elevado analfabetismo.

La lengua culta del s. XVI era el latín, el que se utilizaba en el Misal y en las universidades escolásticas. Los libros eran escritos en la lengua culta. Nadie tenía acceso a este conocimiento excepto los cultos, es decir, gente acomodada y erudita que sólo se podía encasillar en el clero y la aristocracia. Era como una pequeña oligarquía del saber. Las otras versiones de la Santa Biblia eran el hebreo, utilizado por la cúpula judía entendida por los rabinos, y el griego, que fue la primera traducción de la Biblia.

La Semana Santa que hoy conocemos, la de la tradición romántica, tiene su antecesor en la Semana Santa del s.XVI al s.XVIII. Era una Semana Santa totalmente diferente, con procesiones de flagelantes, que tienen su fundación en la peste negra del s.XIV para combatir, mediante el dolor, los improperios que Dios les había causado por los pecados de los hombres en el mundo. Una Semana Santa con pasos sin ninguna decoración artística. La figura de Cristo o María eran de suma importancia, sin ninguna adición que les estorbase ver la Verdad de la Redención que tenían ante sus ojos.

Una Semana Santa ad captum vulgi que en la tradición romántica cambia de forma abismal. Cuando la Semana Santa tiene mayor horizonte es mayor el abismo que crea con lo anterior. En el s. XIX, génesis de la actual Pasión de Cristo por Sevilla, la sociedad es mucho más clasificada, como fruto de esa clasificación y especialización, el hombre tiene una apertura de su ser mismo como sujeto de conocimiento.

El hombre crea el ocio por la laborización de la realidad de la experiencia humana. De la praxis humana se crea el ocio del hombre y de ese ocio la fuente de conocimiento. La Biblia se lee en todos los países gracias a Gutenberg que la publicó en 1455 pero sobre todo a Casiodoro de Reina que fue quien la tradujo al español en 1569.

Aún así el vulgo era analfabeto y hasta la época moderna no tendría acceso personal a uno de los libros -sino el más- más importantes del mundo. La Biblia nos condujo a lo que ahora es la Semana Santa. Un libro tan sagrado que permitió hacer  realidad lo que hoy disfrutamos cada año gracias a la “inexperiencia literaria” del vulgo.

jramosaez@yahoo.es










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