El Dios del Al Xaraf. Álvaro Pastor Torres

Lo mismo que en la Bética bajaban del Vergetum las ánforas llenas con el aceite destilado en los olivos bendecidos por la diosa Minerva para que en Roma se aliñaran las ensaladas de espárragos con aceitunas, y después fuera naciendo el monte Testaccio a base de las terracotas rotas que un día salieron de los hornos trianeros donde trabajaban las hermanas Justa y Rufina; igual que los árabes del Al Xaraf miraban hacia Isbiliya desde las mezquitas para alabar a su Dios, el clemente, el misericordioso, antes de recolectar las hortalizas que habrían de entrar en la ciudad por el puente de barcas, así bajó ayer a Sevilla un aljarafeño que vio la primera luz límpida en la fortaleza del alcázar, o sea, Aznalcázar, aprendió los rudimentos de la Semana Santa sevillana de la mano de un médico humanista, y diariamente liga tandas por naturales en forma de párrafos, a la vez que dibuja medias verónicas radiofónicas con esa voz profunda y rotunda que la naturaleza junto con el tiempo le fueron dotando.

Si los malletes del Aljarafe llegan al tendido 11 de la Maestranza para ver, sentir y callar, Antonio García Barbeito llegó ayer al Maestranza para presentarnos a su Dios, clemente, misericordioso, humilde, rural, enamorado como el Poverello de Asís de los pájaros y las flores del campo, poético, profundo, cercano, verdadero, sencillo, benévolo, innominado, sin advocaciones particulares ni domicilios propios. Un Dios despojado de todo artificio y oropel.

Y en patio de butacas, aplaudiendo, algunos –o muchos- de los que desde hace semanas le estaban arrancando al pregonero la piel a tiras, como a San Bartolomé, patrón de Umbrete, en el Aljarafe. Así es Sevilla. Y así son los sevillanos. 

Publicado en EL MUNDO de Andalucía,  Edición Sevilla, el Lunes 22-III-2010

Foto: Miguel Ángel Osuna.