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Hermandades y Cofradías

La delicada salud de nuestros Templos.

Los finales del siglo XX y comienzos del siglo XIX vieron como se recuperaba el esplendor (con mayor o menor empeño) de templos históricos dentro del Patrimonio Cultural de Sevilla, caso de San Vicente, San Andrés, San Bartolomé, Los Terceros o San Julián que fueron felizmente restauradas. Pero la lista de parroquias y templos en precario estado, en muchos casos crítico, es amplio.

Este patrimonio histórico de nuestra ciudad es inmenso, no sólo ya en monumentos civiles y bienes inmuebles, también y quizás con más arraigo, en el ámbito religioso. Muchas listas le quedan por presidir al abogado Joaquín Moeckel si, tras las que encabeza en el Salvador y Pro manto de la Virgen de las Lágrimas surgen, además, las de notorios templos que necesitan urgente restauración.

Y es que la historia ni perdona ni se repite en muchos casos, siendo el abandono y la desidia el camino que entidades particulares, religiosas o gubernamentales, según el caso, han decidido tomar para la conservación de nuestros templos.

Hay concretamente dos casos que no pasan desapercibidos y que son fácilmente reconocibles. Por un lado Santa Catalina, por el otro La Anunciación. El primero, tras varios años donde las goteras, el deterioro, o las termitas fueron parte integral de sus muros, terminó con su cierre en junio de 2004, tras producirse varios desprendimientos que motivaron su urgente restauración, que al menos se ha pronosticado en duración por una década.

Curiosamente, este cierre casi coincide en fechas con la reapertura al culto de la parroquia de San Román, unida a la de Santa Catalina y que fue consagrada el 18 de septiembre de 2004 por el Cardenal Fray Carlos Amigo.

Por otro lado tenemos el magnifico templo de la Anunciación, que ya tuvo desprendimientos en su lado externo, por la parte posterior del templo y que en el periodo estival del año 2004, fue cerrado para realizarle un lavado de cara (que no restauración) debido al 500 Aniversario de la Universidad de Sevilla, que eligió esta iglesia, que le pertenece, para el inicio de las actividades por dicha efemérides y que contó con la presencia de los Reyes de España.

El Salvador está siendo sometida a una amplia y controvertida restauración, como a menor nivel se ha realizado a San Nicolás de Bari o la iglesia de Ntra. Sra. de la Paz y como tendrá que realizarse a Santa María la Blanca, el Buen Suceso o a la parte exterior del ya reformado templo de San Bartolomé, en el año 2000.

Y mientras todo esto ocurre, la Hermandad de Pasión busca una sede canónica decente y que le acoja con el cariño y orgullo que la misma merece. Y es que su estancia en iglesia de la Misericordia, sita en la plaza de Zurbarán y perteneciente a la orden de San Juan de Dios, se está convirtiendo en toda una penitencia que nada tiene que ver con la Semana Santa.

El trato desigual, el maltrato o simplemente el desprecio con que algunos párrocos tratan a las hermandades establecidas en sus templos son en multitud de ocasiones indirectamente proporciales a la entrada de dinero en los templos. Por un lado no desean que las Hermandades tengan poder para su propia coexistencia, pero al mismo tiempo se hacen necesarias para el mantenimiento de la iglesia o parroquia.

Estos “roces” entre las hermandades y la parroquia en sí, sumado a la incomprensible “cerrada de puertas” a los pro-hermandades o asociaciones que surgen en nuestros barrios del extrarradio convierten el futuro en algo difícil de digerir y donde el “dinero” será el hermano mayor de multitud de “cofradías laicas” ajenas a la Iglesia.

Este último párrafo parece una gran aberración, pero el que suscribe, conocedor de estos problemas y del ambiente “postcatolico” que se respira en muchos barrios obreros o de nueva construcción, o de la nueva situación de la hermandades, cuya nómina de hermanos está formada sobre todo por personas que no acuden en ningún momento a la iglesia, exceptuando el día de vestir la túnica, reitero.

 
   
 

 

 

 

 

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