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… y resucitó al tercer día. Francisco Javier Padilla


Sólo quedan 10 días. Y digo bien, 10 días. En estos días en los que se celebra la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor, me gustaría hacer una reflexión acerca del verdadero sentido de la Semana Santa.

A veces parece que se nos olvida la última parte, la más importante, de lo que se celebra en nuestra Semana Mayor. La Pasión y la Muerte no tienen cabida en esta celebración si no viene acompañada de la Resurrección de Cristo.

Por eso mismo no termino de entender la polémica que siempre rodea a la querida hermandad de Santa Marina. Yo escucho todo lo que se habla sobre esta corporación y a veces da la sensación que sobra, que no forma parte de la Semana Santa.

Que si estamos ante una hermandad letífica, que si no debería salir siquiera en Semana Santa. Pero ¿De qué estamos hablando? ¿Hace falta que a estas alturas de la película expliquemos quién es Jesucristo? ¿Lo que hizo por nosotros? ¿La fe de todos los que creemos que al tercer día Resucitó? ¿Es necesario explicar todo eso?

Verán. Cuando pasó  el día de reposo, María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle.  Y muy de mañana, el primer día de la semana, vinieron al sepulcro, ya salido el sol. Pero decían entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro? Pero cuando miraron, vieron removida la piedra, que era muy grande. Y cuando entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca; y se espantaron. Mas él les dijo: No os asustéis; buscáis a Jesús nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar en donde le pusieron. 

Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo. Y ellas se fueron huyendo del sepulcro, porque les había tomado temblor y espanto; ni decían nada a nadie, porque tenían miedo. Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete demonios. Yendo ella, lo hizo saber a los que habían estado con él, que estaban tristes y llorando. Ellos, cuando oyeron que vivía, y que había sido visto por ella, no lo creyeron. Pero después apareció en otra forma a dos de ellos que iban de camino, yendo al campo. Ellos fueron y lo hicieron saber a los otros; y ni aun a ellos creyeron. Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado. Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán. Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios. Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían.

¿Les suena todo esto que les he contado? Es el evangelio según San Mateo. Y el verdadero sentido de nuestra Semana Santa. Sin el cual, ni uno sólo de los pasos que procesionan por las calles de Sevilla y de todo el mundo tendrían razón de ser. Creo que la hermandad de la Resurrección merece un respeto mayor y el lugar que le corresponde para realmente, y no sólo porque así figuran en los papeles, ser de verdad una corporación más de cuantas componen la nómina de nuestra Semana Santa.  

Por eso mismo quiero volver al principio y recordar que sólo quedan 10 días para que nuestro Señor Resucite en Sevilla.  

Por todo esto me gustaría romper con tradicionalismos como que la Semana de Pasión termina cuando se cierran las puertas de San Lorenzo o que al hacerlo las de Santa Marina se va un sueño que tardará un año en volver.  

El verdadero cofrade sabe que la Semana Santa, como tal, pone su punto y final cuando la Virgen de la Aurora se despide de Sevilla a los sones de la marcha por excelencia de nuestra Semana Mayor, Amarguras.  

Unas puertas que se cierran y otras que se abren. Porque a la vez que se va una Semana Santa, empieza otra. El cofrade sabe que la vida de hermandad es durante todo el año y que la salida a la Santa Iglesia Catedral no es más que la culminación a un año de trabajo y dedicación a seguir los designios del Padre.  

Pero ahora toca disfrutar después de un año de esfuerzo. Desde el mismo momento en el que, desde el Porvenir, la hermandad de La Paz pone su Cruz de Guía en la calle.  

Disfrutar con las caras de los más pequeños jugueteando en la ‘Rampla’ del Salvador esperando la salida de la Borriquita.  

Disfrutar del incienso, del aroma a azahar que da sus últimos coletazos, de los niños peleándose por ver quién tiene la bola de cera más grande, de las últimas torrijas.  

Disfrutar con la belleza sin igual de la más Dulce Rosa que llega al centro neurálgico de Sevilla desde San Lorenzo siguiendo los pasos de su hijo abofeteado por Malco.  

Disfrutar con el rachear costalero del portentoso paso del Gran Poder, el elegante discurrir de la Centuria detrás del paso de Cristo siendo sentenciado, la sobriedad de un Viernes Santo que ya el ha recuperado su esplendor tras varios años de lluvia incesante.  

A esta es!! A disfrutar sevillanos.

Francisco Javier Padilla.
Director de 'Último Tramo' 










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