Arte Sacro
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Que poquito queda. La Conversión como Camino. Alberto De Faria Serrano


 Por la vereda de la Magdalena una suave brisa venía desde la capilla de enfrente: la cadenciosa sobremesa ralentiza los ánimos del bullicio que aun no se había despertado de su pereza. Solo algún interesado estudiante carpeta en ristre asoma su curiosidad al portón entreabierto. Por la acera del hospedaje próximo se presagiaba la llegada del personal de priostía la hermandad. Todo está dispuesto. Nada se deja al libertino devenir del azar. La precisión del mimo exquisito y la pulcritud  de la medida de todos los detalles por bandera.

La Conversión siempre ondea majestuosa en el centro de todas las miradas. La quintaesencia mesina crucificada entroniza bajo el arco del retablo como en el acto de renovación y de compromiso como en la señalada semana de quinario de hace un mes: las columnas de aquel simbolizan la fe anticipada y acrisolada de los hermanos; tan pulcra y brillantes como robustas y firmemente asentadas. La Madre de Montserrat, de una sencillez hebrea conmovedora, deja atrás el  incólume estreno en su sien de la diadema sobredorada de Osorio. Castillos y leones en lo más alto de nuestra memoria.  Con San Juan a su diestra aprestan a cerrar la trilogía divina de la pasión que se hará palpable en la noche luminosa del Viernes Santo.

Los ladrones de Pedro Nieto contemplan la escena desde el Coro en la misma tesitura tenebrista de ese día; uno se ofrece y el otro desaparece; uno se gira para interesarse por el reo ajusticiado y el otro le da de lado: la compasión resignada brota del rostro de uno cuando la zozobra retorcida del otro predice la realidad cotidiana de nuestras hermandades y de nuestras familias; frente a frente la caridad y el amor por el necesitado frente al oprobio del victimismo y el egoísmo irracional; el espíritu de entregarse día a día hasta las tantas frente a la exigencia de una manigueta como única visita a la casa; el servicial honor de darse a los demás frente a la miseria de servirse a sí mismo como fiscal de un paso de palio que no es el nuestro. Llenar de gozo los sentimientos religiosos colectivos frente a su juego libertino y despiadado de los de turno. Convertirse a la verdad es, debe serlo, una tarea constante. Hay que crucificarse en la cruz redentora de Dimas cada día, para impulsarnos como tales y comprender el verdadero mensaje del evangelio. El exigente papel de seguir convirtiendo Dimas por el mundo está reñido con su rentabilidad porque a veces son Gestas con piel de cordero los que lo conducen.

Por eso la Magdalena roldanesca, está siempre a sus pies impetuosa de misericordia, henchida de dolor y resignación, primordial testigo de la Conversión ; La fe no esta ciega y el vero rostro del Señor se pueden encontrar en cada esquina, a cada chicotá de nuestra vida cofrade para quien quiera contemplarlo y preguntarse si pueden como Dimas, una noche por el Castelar de nuestros desvelos o el Molviedro de nuestro largo y proceloso camino. El de Saulo está muy cerca de la capilla. Tan cerca como que el azul cielo de los capirotes resplandece en el horizonte. ! Qué poquito queda!










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